REVISITA AL APORTE DE

PEDRO DE ANGELIS EN BUENOS AIRES

por Mario Tesler

En Buenos Aires fue educador y periodista, escritor y editor, bibliógrafo e historiador, traductor y numismático, pero también se interesó por la arqueología y la paleontología. Por todo cuanto aportó a estas disciplinas, con la perspectiva del tiempo casi se le está perdonando haber trabajado al servicio incondicional de todos aquellos que se sucedieron en el gobierno, aunque al hacerlo contradijese hoy con lo afirmado ayer.

Como coleccionista, su afición está bajo sospecha por las denuncias públicas de sus contemporáneos y las dudas posteriores que esgrimen aquellos que no se explican cómo obtuvo muchas de sus tan preciadas piezas.

El director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, lo llama humanista asalariado1 en el folleto distribuido durante la exposición que ese organismo le dedicó al cumplirse 150 años de su fallecimiento. Si bien De Angelis no tuvo demasiados pruritos, como le reprochan algunos espíritus exigentes para con la conducta de los demás y sumamente indulgentes para consigo mismo, en cambio mostró capacidad y perseverancia. Todo lo que hizo algunas veces fue por pasión, otras obligado por la necesidad y no faltaron las que fueron simplemente por conveniencia.

Para Teodoro Becú -lo dice en 1941- fue un geógrafo de fama universal, maestro en el arte de imprimir, bibliófilo destacado, erudito y hombre de ilustración vastísima. Corresponde ahora apuntar que ha sido el primero y el más importante bibliógrafo que haya tenido nuestro pías.

Su única causa fue la producción intelectual y se debe convenir que lo logró, y que en esto su esfuerzo casi no tuvo límite. Julio Irazusta al ocuparse sobre De Angelis, desde la revista sevillana Estudios Americanos en su entrega número 44, trata de poner punto a todas las críticas que se le formulan sobre su obra de cronista. Para Irazusta si bien es superior a la que dicen sus detractores, e incluso a lo que han demostrado sus panegiristas, es inferior a la que su talento le habría permitido realizar en circunstancias más propicias. Luego agrega: la obra me parece inferior al talento de Angelis. Porque habiendo mostrado en ella una evidente capacidad para ser el historiador del Río de la Plata, no fue más que su cronista. Pero lo que nadie discutió ni discute es cuanto dejó como compilador, glosador y editor para que de esto se sirvieran los futuros estudiosos de distintas disciplinas.

De Angelis vino a Buenos Aires solicitado a la edad de 42 años, y hasta su muerte, a los 77, Pedro de Angelis hizo carrera en la vida cultural y política cisplatina. De la sociedad rioplatense, donde predominaba una xenofobia arraigada que se manifestaba en cualquier situación2, recibió críticas que fueron desde agravios lacerantes hasta reconocimientos laudatorios. A pesar de cuanto se ha estudiado su obra y su conducta, quienes la toman como tema aún encuentran algo sustancial para aportar.

Cuatro bibliógrafos no pudieron ofrecer un estudio exhaustivo de su obra editada e inédita, tampoco lograron hacerlo los interesados en lo referido solamente a aspectos parciales de su producción. Por eso todos presentan sus trabajos aclarando que llegan hasta donde pudieron saber.

El primero de estos fue Antonio Zinny, quien en 1886 lo incluyó en su Bibliografía periodística de Buenos Aires hasta la caída del gobierno de Rosas, publicada en la Revista de Buenos Aires. Tres años después, la reedita aumentada en el volumen titulado Efemeridografía argirometropolitana; y en trabajos posteriores del autor aparecen más datos complementarios sobre obras de De Angelis.

En 1930, en un suplemento de la Literatura Argentina, Enrique Arana (h) publica su trabajo bibliográfico titulado Pedro de Angelis, 1784-1859; su labor literaria, histórica y periodística, y que en 1933 ese mismo trabajo, con algunos agregados, aparece nuevamente en el Boletín de la Biblioteca de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

Continuando cronológicamente, Rodolfo Trostiné es el tercero en contribuir a la bibliografía de De Angelis cuando en 1945 la incorpora a su Pedro de Angelis en la cultura rioplatense.

Por último Josefa Emilia Sabor en su ensayo bio-bibliográfico sobre Pedro de Angelis y los orígenes de la bibliografía argentina, dado a conocer en 1995, aclara no haber aspirado a que fuera [una bibliografía] exhaustiva. No obstante lo advertido por Sabor, su trabajo ha sido justipreciado en 1996 como el mejor de todos por Jorge Bohdziewicz, al incluirlo en Bibliografía de bibliografías individuales. A su vez Horacio Zavala y Oscar Fernández lo destacan por sus detalles y erudición en Bibliografía de bibliografías argentinas, publicado en el año 2000,

El hecho de que aún permanezcan inéditos muchos de sus trabajos contribuyó a la imposibilidad de contar con un registro bibliográfico total de lo producido por Pedro de Angelis, también la existencia de piezas anónimas. De algunas de las obras que se le atribuyeron se pudo demostrar que no le pertenecían y a cerca de muchas otras aun resta un estudio definitorio.

La dificultad para localizar buena parte de sus artículos periodísticos se debe a que de tanto en tanto echaba mano a algún nombre de pluma. Se sabe con seguridad que usó los alfónimos o inicialónimos A. y P. de A.; los pasiónimos Un Federal y Un Federal Nato; al igual que con estos dos últimos optó por emplear en género masculino la forma indeterminada, anteponiendo el artículo Un a otros de sus dos seudónimos, Observador y Observador Imparcial (también Un Observateur Imparciàl); se le atribuye Un Lechuguino y se dice que no le pertenece Alfredo Mallalieu.

En cuanto a los seudónimos Un Federal y Un Federal Nato, como también ocurre con Un Observador y Un Observador Imparcial, es necesario advertir que si bien se han identificado escritos de Pedro de Angelis firmados de este modo, eso no significa que todos los trabajos en los que aparecen éstos seudónimos sean de él. Lo mismo puede señalarse respecto a Un Lechuguino, en el caso de confirmarse que fue usado por él.

Como editor De Angelis en alguna de sus publicaciones periódicas acostumbraba a usar con reiteración varios seudónimos. Lo curioso es que no sólo sustituía con ellos su nombre y apellido, también los empleaba como comodines para reemplazar a los de sus colaboradores, como se comprueba en La Gaceta Mercantil con Bernardo de Irigoyen.

En La Revista de Buenos Aires dedicada a temas de historia americana, literatura y derecho, aparecieron en 1863 los Recuerdos del General San Martín firmados por Bernardo de Irigoyen. Cruzando informaciones, mediante algunas bibliografías, encontré que estos recuerdos se habían dado a conocer primeramente en La Gaceta Mercantil, entre el 23 de junio y el 1º de julio de 1851, y en ese mismo año también en el Archivo Americano, del 24 de diciembre. En la primera oportunidad Irigoyen lo hizo con el seudónimo Un argentino.

En los meses siguientes a julio de 1851 se reitera en La Gaceta Mercantil el seudónimo Un argentino; tanto por el estilo como por los temas tratados en estos textos así firmados, de ninguna manera se pueden atribuir a Irigoyen. Lo mismo ocurre con los seudónimos Un Antiguo Federal, Un Federal, Unos Concurrentes y Un Soldado, entre otros.

Cabe agregar que durante la existencia de La Gaceta Mercantil fueron redactores, además de Pedro de Angelis y Bernardo de Irigoyen, Santiago Kiernan, Manuel de Irigoyen, Nicolás Mariño, Avelino Sierra, Benjamín Gorostiaga y el mismo José Rivera Indarte.

A pesar de lo trabajos de De Angelis que pudieran quedar pendiente de identificación, por la razón expuesta y otras más, con los mencionados por los bibliógrafos Antonio Zinny, Enrique Arana (h), Rodolfo Trostine y Josefa Sabor, los historiadores dieron a conocer estudios monográficos y biográficos que coadyuvaron a poder aproximarse a una imagen plena de su obra desde disímiles perspectivas.

Pedro de Angelis nació en el seno de una familia burguesa napolitana el 20 de junio de 1784. Los De Angelis, adscriptos al pensamiento liberal, eran republicanos que militaban en círculos carbonarios y sociedades masónicas. No obstante esto, tanto Pedro como su hermano Andrés, supieron adaptarse y disimular sus convicciones cuando la ocasión lo requería adhiriendo a todos los cambios políticos que se sucedieron en su patria.

Pedro fue oficial graduado de artillería en la Real Escuela Politécnica Militar; en su formación general y conocimientos de la historia incidió además Andrés de Angelis, su hermano mayor, por quien siempre manifestó admiración. Andrés también se ocupó de darle posición social y laboral.

Además de su carrera militar, en la que ascendió varios grados hasta llegar a oficial de 1ª clase en el Comando Supremo, entre 1811 y 1819 se desempeñó en otras actividades. En la corte del rey Joaquín Murat es nombrado en 1811 como maestro de italiano y geografía de sus hijas e hijos; poco tiempo después se lo encuentra en la Real Escuela Politécnica dictando cátedra de historia, geografía y matemáticas, sumando en 1812 las funciones de bibliotecario. Cuando en 1815 cae el rey Joaquín Murat y retorna al trono Fernando de Borbón, no se sabe cuáles son sus actividades, pero ya en abril de 1817 aparece como corrector oficial de 1ª clase en la flamante Imprenta del Estado Mayor del Ejército. En 1818 se lo traslada al Comando General de Sicilia, pasando en 1819 como adscrito a la Secretaría de la Suprema Corte Militar.

De Angelis abandonó Nápoles en 1819 para nunca más volver a su patria, aunque continuó prestándole sus servicios. Primero va a Ginebra y en 1820 ya está en París donde iniciará su breve paso por la actividad diplomática hasta 1821. En adelante vivirá de su trabajo como escritor, inicialmente al servicio del diplomático ruso Grigori Vladimirovich Orloff, del cual usufructuó muy bien. Alma Novella Marani en su Cinco amigos de Rivadavia, publicado en 1987 por el Centro de Estudios Italianos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de La Plata, cita un documento diplomático, del Archivio di Stato di Napoli, donde dice que De Angelis era íntimo del Conde Orloff…. Pero esta relación, inicialmente social y luego también laboral que -al parecer- devino en íntima, Orloff la dio por concluida al enterarse de que De Angelis había iniciado el romance con quien sería su esposa.

Después De Angelis trabajó para los editores de dos revistas y de tres enormes diccionarios biográficos de importancia, aunque en esta etapa ya sus ingresos eran magros.

Por el año 1825, las autoridades de su patria lo incluyeron entre aquellos a los cuales se les prohibía regresar. La documentación examinada sobre su vida privada indica que entonces ya se había casado con Melanie Dayet. Este matrimonio se mantuvo en lozanía, sin grises, hasta la muerte de él. Melanie fue el amparo y sostén de este monógamo impenitente con sólida formación cultural, probado en distintas ocupaciones laborales, a quien todavía le restaba sortear las vicisitudes de un muy largo período de vida y el desarraigo en un medio que no le era familiar.

Se conjetura que en 1825 De Angelis conoció a Bernardino Rivadavia, cuando éste se encontraba en Europa. Ya en la presidencia, Rivadavia necesitó de una prensa oficial y adicta que defendiera sus obras y combatiera las ideas federales. Instruido sobre el tema, Filiberto Héctor de Varaigne, designado agente para promover la inmigración y amigo personal de Rivadavia, fue quien le propuso a De Angelis trabajar como periodista en nuestro país. Con Melanie llegó a Montevideo a fines de 1826; junto con el matrimonio José Joaquín de Mora – Françoise Delauneux arribaron a Buenos Aires el 29 de enero de 1827.

Rivadavia recibió de inmediato a De Angelis y a José Joaquín de Mora encargándoles trabajar en dos publicaciones periódicas. La primera dificultad que debió sortear De Angelis fue el idioma. Entre los borradores, conservados en el Archivo General de la Nación, hay varios de sus primeros textos periodísticos todos en francés, que eran traducidos por el periodista español José Joaquín de Mora, también contratado en el Viejo Mundo. Los servicios de Mora duraron alrededor de un año. De Angelis no tardó en adquirir el idioma castellano y el habla local. De esa época quedan los periódicos La Crónica Política y Literaria de Buenos Aires y El Conciliador.

Inicialmente, La Crónica Política y Literaria de Buenos Aires aparecía tres veces por semana; a partir del número 49 continuó con entregas diarias, a excepción de los días festivos. La Crónica Política y Literaria de Buenos Aires alcanzó un total de 120 entregas. Pese a que El Conciliador fue anunciado como publicación trimestral sólo apareció un número de 83 páginas

No está fehacientemente probado que De Angelis colaborara inicialmente en El Constitucional, periódico también rivadaviano de carácter comercial y político.

Afirman algunos historiadores que el gobernador Manuel Dorrego lo invitó a seguir como director de La Crónica. De Angelis, que probablemente vino a Buenos Aires predispuesto contra el nuevo Gobernador por informaciones del agente Varaigne -enemigo encarnizado de Dorrego- no aceptó, esperanzado -afirma Sabor- en que los unitarios retornarían al poder.

Con el gobierno de Juan José Viamonte se hizo un acuerdo para lanzar a El Lucero, del cual aparece De Angelis como su redactor principal, además de ser el propietario. De este diario se editaron 1.121 números. Fue un diario, como lo especificó De Angelis en su denominación, de carácter político, literario y mercantil. Durante sus cuatro años de existencia estuvo al servicio de los gobernadores Viamonte, Rosas y Juan Ramón Balcarce. Fue una publicación informativa, política, polémica, con rectificaciones de carácter histórico, informaciones oficiales, crítica literaria, cotización de monedas extranjeras, informes meteorológicos y de otros rubros. Antonio Zinny en 1869 publicó un listado que confeccionó con los principales artículos publicados en este diario.

En 1829 inicia otra etapa sin interrupciones, que se prolongará hasta 1840, como periodista político partidista, pero a veces haciendo solamente de cronista al servicio de Juan Manuel de Rosas, cuando éste ya se había consolidado en el poder; entonces aparece unas veces como responsable de la publicación y en otras como colaborador. A esta etapa corresponden, además de El Lucero, Le Flâneur, El Monitor, Los Muchachos, El Restaurador de las Leyes y La Gaceta Mercantil.

De Le Flâneur, ambigu politique et litteraire fue el editor. Totalmente escrito en francés, de este semanario se editaron doce números. En él pueden encontrarse desde informaciones nacionales hasta noticias de otros países, trozos literarios y cuasi chimentos. Para Galván Moreno esta publicación de De Angelis la redactaba el camaleón de los periodistas de esta época y en su libro El periodismo argentino (1944) la incluye como prensa extranjera de Buenos Aires.

El Monitor, presentado como diario político y literario, publicó 247 números y un suplemento. Fue designado diario ministerial, en él se transcribieron documentos oficiales, partes de la expedición de Rosas al desierto, documentos sobre instrucción pública, notas sobre literatura europea, e historia universal. Con los mejores artículos Zinny también elaboró una enumeración que incluyó en su Efemeridografía argirometropolitana.

Aunque figura Luis Pérez como redactor de Los Muchachos es muy probable que De Angelis haya sido colaborador; por lo menos así se denuncia en El Látigo Republicano, otro medio periodístico coetáneo. De Los Muchachos se publicó tan sólo un número.

Como otros, El Restaurador de las Leyes también fue diario político, literario y mercantil. Aparecieron 87 números. Fue una publicación de exaltación federal, muy combativa. Manuel Irigoyen lo fundó y después de editados los primeros números se retiró de la dirección, pero continuó colaborando junto con Nicolás Mariño y Lucio Mansilla. La conducción de hecho estuvo a cargo de De Angelis; aunque no figura como director, tanto El Aguila Federal como El Defensor de los Derechos del Pueblo lo señalan como tal.

El diario comercial, político y literario denominado La Gaceta Mercantil, fundado e inicialmente dirigido por Esteban Hallet, contó entre otros con De Angelis como redactor durante un tiempo. En 1829 su rol pasa a ser el de una suerte de redactor principal en lo que a política y literatura se refería. Pero esto se interrumpió antes de que De Angelis editara El Lucero, en septiembre de 1829, limitándose a partir de entonces a entregar de tanto en tanto alguna colaboración. La Gaceta Mercantil es una fuente generosa de documentación e información sobre el acontecer general durante los veintiocho años y cuatro meses que se editó, entre 1823 y 1852.

También se le atribuye a De Angelis, casi con seguridad, la paternidad del Espíritu de los mejores diarios que se publican en Europa y América editado en 1840.

Después de un interregno de tres años se lo vuelve a ver en 1843, esta vez al frente del Archivo Americano y Espíritu de la Prensa del Mundo que duró, junto con La Gaceta Mercantil, hasta la caída de Rosas. Fue el brazo ejecutor de los 61 números, editados entre los años 1843 y 1851, presentando el texto en castellano con traducción al inglés y francés.

Se sindica al Archivo Americano como publicación al servicio de la política de gobierno de Juan Manuel de Rosas y con esto va implícita su descalificación; además se lo presenta a De Angelis como boletinero menor, para Julio Irazusta -lo expresa en 1955 desde la revista sevillana Estudios Americanos– fue el periodista oficioso de la dictadura y además le niega que esta publicación fuera iniciativa personal suya.

Pero no se descalifica de igual manera a La Gazeta de Buenos-Ayres y a Mariano Moreno, que en servir al Gobierno de su época no le fueron en saga al Archivo Americano. Quien consulte el ensayo histórico sobre La Revolución de Mayo y Mariano Moreno de Ricardo Levene (4ta. ed. t. II p.330, 1960) constatará que él mismo al pasar y de soslayo admite que La Gazeta de Buenos-Ayres cumplió funciones de registro oficial.

Es cierto que no expresaban las mismas ideas, tampoco estaban animados por los mismo objetivos, pero no es menos cierto que tanto uno como el otro no fueron sino órganos de difusión oficial en muy difíciles circunstancias; cada uno de su respectivo dueño: La Gazeta de Buenos-Ayres de la Junta de Mayo, y el Archivo Americano de Juan Manuel de Rosas. Ninguna pluma disidente, menos aún si fuera opositora, tuvo cabida en las páginas de estas dos publicaciones oficiales.

Editado por la Academia Nacional de Periodismo en el año 2004, Armando Alonso Piñeiro inicia su libro Orígenes de la libertad de prensa en la Argentina. dejando constancia que :para la elaboración del presente trabajo se había dedicado a estudiar algunos de los primeros periódicos argentinos; omitiendo ex profeso a la Gaceta de Buenos Aires, debido tanto a que ha sido largamente analizada por los historiadores y especialistas en periodismo, como por el hecho de que en realidad era una publicación gubernativa, prácticamente un órgano oficial de la Junta de Gobierno.

Para que no quepa duda de que esto fue así, Alonso Piñeiro recuerda que sobre La libertad de escribir dijo Mariano Moreno el 21 de junio de 1810 desde las columnas de La Gazeta de Buenos-Ayres que:

Debe darse absoluta franquicia y libertad para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las verdades santas de nuestra augusta religión y a las determinaciones del gobierno, siempre dignas de nuestro mayor respeto.

No podría explicarse bien este proceder de las respectivas autoridades de gobierno con estas dos publicaciones periódicas si se las considera en sí mismas, sin tener en cuenta las circunstancias políticas de esos dos momentos en los que aparecieron.

La vida del Archivo Americano tuvo dos etapas: la primera se inició el 12 de junio de 1843 y llega hasta el 28 de enero de 1847; la segunda el 20 de marzo de 1847 hasta el 24 de diciembre de 1851. La primera consta de 32 entregas y la segunda de 29. La última entrega, un volumen de 200 páginas, tuvo una distribución deficiente.

En las páginas del Archivo Americano tuvieron cabida artículos, documentos oficiales, noticias nacionales y del exterior, además de textos volcados al castellano. Fue la mejor publicación de la que dispuso Rosas para hacer conocer su obra de gobierno en Europa y los Estados Unidos de Norte América y para facilitarle fundamentos a la prensa que en algunos países de Europa defendían su Gobierno. Para Emilio Spinelli, que trató en 1953 la obra de De Angelis desde la tribuna de la Asociación de la Prensa Técnica Argentina, fue esta una verdadera publicación técnica de política internacional.

Aunque no apareció como publicación oficial, el gobierno financió el Archivo Americano. La administración de Rosas fue muy escrupulosa; quedan constancias de los diferentes gastos que demandó su confección, impresión y la distribución en el exterior, según lo recomendado por nuestros representantes diplomáticos. Pero además, por las características y el fin para el cual se lo concibió, el contenido de cada entrega era sometido a la consideración y aprobación de Rosas. Aquí no es que Rosas metió baza, dado que tenía especial interés como Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina y por esto asumía su responsabilidad.

Tanto Ignacio Weiss, en su Estudio preliminar a la reimpresión del “Archivo Americano y Espíritu de la Prensa del Mundo” (1946), como Julio Irazusta en Vida política de D. Juan Manuel de Rosas a través de la correspondencia. (1949) y en Pedro de Ángelis, vocero de Rosas. (Sevilla, 1955), brindan detalles acerca de la relación entre Rosas y De Angelis y de cómo preparaban cada entrega del Archivo Americano.

Los doce voluminosos tomos del Archivo Americano fueron publicados en medio de una virulenta campaña periodística desde el exterior llevada a cabo por los opositores al régimen de Rosas, quienes fueron dejando de lado sus diferencias para abroquelarse en un frente común con requerida y pactada participación política y militar extranjera.

Gracias a Ignacio Weiss se dispuso de una reedición parcial de los textos en castellano del Archivo Americano, efectuada entre 1946 y 1947, que trae para su mejor aprovechamiento un índice. En cuanto a la selección efectuada por Paula Ruggeri de la primera serie del Archivo Americano 1843-1847, publicada en el 2009 por la Biblioteca Nacional en su colección de reediciones y antologías; los textos se ofrecen sin mayor fidelidad en su reproducción del original, amenizados para su lectura y no como documentos destinados a la eventual consulta de los investigadores.

En 1846 y por encargo de Rosas, aunque éste después no la utilizó, De Angelis confeccionó la Memoria histórica sobre los derechos de soberanía y dominio de la Confederación Argentina a la parte austral del continente americano, comprendida entre las costas del Océano Atlántico y la gran Cordillera de los Andes, desde la boca del Río de la Plata hasta el Cabo de Hornos, inclusa la Isla de los Estados, la Tierra del Fuego y el estrecho de Magallanes en toda su extensión. De Angelis recién publicó este trabajo en 1852, cuando Rosas ya no ejercía el poder; fue reeditado por el Ministerio de Relaciones Exteriores junto con otras obras y documentos en 1877, cuando el autor ya había fallecido. En 1881 se la tradujo al francés.

La documentación aportada en esta Memoria va desde 1681 hasta 1835, e incluye al final una bibliografía sobre el tema. Domingo Faustino Sarmiento, en Campaña en el Ejército Grande editado en noviembre de 1852, vio en esta memoria una diatriba contra Chile, calificándola como más agresiva que la de Dalmacio Vélez Sarsfield, a quien Rosas había encomendado la misma tarea. En cambio el propio Vélez Sarsfield juzgo a esta memoria como una obra acabada, pues los documentos que su autor había reunido demuestran hasta la evidencia los indudables derechos de la República á todas las tierras que se estienden hasta el Cabo de Hornos.

No menos importantes son sus trabajos bibliográficos publicados y los inéditos, tarea que logró utilizando en ella la sagacidad propia de ávido acopiador. Estos trabajos, documentos secundarios, hoy siguen prestando utilidad como instrumento de referencia orientador para determinar qué documentos iniciales y primarios consultar. No se equivocó De Angelis cuando incluyó en los trabajos bibliográficos tanto las piezas editadas como los originales manuscritos, o copias de estos. Aquí puso de manifiesto su desempeño como bibliógrafo, con lo que realza mucho más su condición de investigador y coleccionista. Las objeciones técnicas que se le suelen espetar huelen a argumentación leguleya. La calidad de la técnica bibliográfica debe -esto lo dice Josefa Sabor- ser analizada a la luz de la época y de las facilidades que ofrecían las bibliotecas del Buenos Aires de entonces.

La Bibliografía del Chaco con la cual acompaña el Diario de la expedición reduccional del año 1780 realizada por Francisco Gavino Arias, dijo De Angelis que fue extractada de la Bibliografía General del Río de la Plata. Dividida en tres partes, a saber: obras impresas, trabajos gráficos, y obras inéditas; estas últimas en mayor número están subdivididas en gramáticas y vocabularios, documentos históricos, informes, representaciones y cartas, diarios y proyectos, Todas las piezas están ordenadas cronológicamente, forma de presentación preferentemente escogida por el autor también para otros trabajos de esta naturaleza.

Dos piezas con características de bibliografía, de valor limitado pero que en cambio revisten interés por las informaciones aportadas, son Noticias de los trabajos emprendidos y ejecutados, bajo la dirección y los auspicios del Gobierno de Buenos, en la Región Patagónica, Estrecho de Magallanes, Tierra del Fuego y de los Estados, publicada en 1852, y su complemento, aún inédito, al cual tituló Bibliografía de la Región Patagónica. Esta última y otra que dejó inédita tienen su origen en dos trabajos menores: Obras impresas sobre la costa Patagónica y Bibliografía de la región patagónica.

Explicación de un monetario del Río de la Plata es el trabajo inicial en nuestro medio sobre bibliografía numismática, como lo reconoce Jorge N. Ferrari en la Bibliografía argentina [de] numismática y medallística, publicada por la Academia Nacional de la Historia. Aquí De Angelis enumera las monedas y medallas de su colección. Este folleto permite seguir el rastro y establecer el origen de algunas de las primeras piezas del período independiente y de las últimas del período hispánico.

En una sesión de la Junta de Historia y Numismática Americana (hoy Academia Nacional de la Historia), celebrada en 1903 en la casa de Alejandro Rosa, Juan B. Ambrosetti propuso acuñar una medalla en homenaje a De Angelis. En sus fundamentos Ambrosetti destacó que De Angelis era el autor del primer catálogo de medallas argentinas. Pero entonces la idea no prosperó.

Al cumplirse el sesquicentenario de la aparición de este breve catálogo, en 1990 la Academia Argentina de Numismática y Medallística, el Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades y el Centro Numismático Argentino acuñaron una medalla evocativa.

Tres años después de publicada esta primera guía, en 1843, y ante los cargos de los opositores políticos, sobre el modo de obtener las piezas de su colección, De Angelis publicó Explicación de un monetario, con el cual legó pormenores para saber el origen y las distintas manos por las cuales pasaron.

También aportó con varios volúmenes de recopilación de leyes y decretos promulgados en Buenos Aires, desde el 25 de mayo de 1810 hasta el 14 de octubre de 1858. Esta recopilación trae un índice general de materias en el tercer volumen. De Angelis reconoce la paternidad de esta obra en el catálogo de venta de su biblioteca, aunque por entonces recién se habían publicado los tres primeros volúmenes. Queda en duda su participación en el resto de la obra.

Colección de obras impresas y manuscritas que tratan principalmente del Río de la Plata, formada por Pedro de Angelis, publicada en 1853 con una extensión de 232 páginas, es el catálogo de venta de su propia colección, de temática americana, y se la estima como la principal guía bibliográfica que produjo. Contiene libros raros, mapas, planos y documentos originales en su poder. La colección fue casi totalmente adquirida por el Imperio del Brasil y dividida para ser conservados los documentos sobre límites en el Ministerio de Relaciones Exteriores, los duplicados en el Instituto Histórico e Geográphico Brasileiro y la mayor cantidad de piezas, un total de 4.076, por la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro.

En el decurso del siglo XX, el Archivo General de la Nación, la Biblioteca Nacional y el Colegio del Salvador obtuvieron copias de la documentación adquirida por Brasil. (Hace décadas que de estas copias nada queda en la Biblioteca Nacional). En cuanto al Instituto de Investigaciones Históricas, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, se sabe que obtuvo mediante una labor dirigida por Ricardo Rodríguez Molas copia de todos los documentos que guardaba la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, un total de 50 rollos para 500 exposiciones cada uno, es decir 25.000 fotogramas.

Para algunos entendidos fue la mejor colección de su época, otros opinan que fue la segunda en importancia, después de la de Saturnino Segurota3. Estaba integrada por ejemplares cuando no únicos y de singular rareza, por piezas inéditas de distintas materias, preferentemente coleccionó los testimonios de descubridores, conquistadores y viajeros en general, cartografía, obras sobre las gobernaciones y los virreinatos, de los jesuitas y sus misiones, sobre derecho, economía, bellas artes y letras, causas legales, publicaciones periódicas, reales órdenes, oficios, bandos, manuscritos de obras, documentos autógrafos y del quehacer misional. Este trabajo consta de más de tres mil asientos.

A la guía anterior De Angelis sumó el Apéndice al catálogo de la biblioteca de…., que data de 1854. En relación con la Colección… enumeró pocas, pero raras obras de lingüística aborigen americana, también algunos incunables misioneros4.

La Colección de obras y documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata aunque aparece como publicada entre 1836 y 1837, en realidad ocurrió entre 1835 y 1839. Para este emprendimiento contó también con el auspicio de Rosas y ante un pedido del propio De Angelis logró -era de suponer- alrededor de quinientas suscripciones entre particulares y funcionarios. Para Ricardo Rojas, como lo expresa en el segundo tomo de su Historia de la literatura argentina, la Colección es un singular acontecimiento bibliográfico bajo la dictadura de Rosas. De Angelis intentó continuarla pero su proyecto quedó nonato. En tres oportunidades se encaró su reedición, la primera fue en 1900 y quedó trunca, en 1910 se encaró la segunda, y la tercera entre 1969 y 19725.

Consta esta Colección de 7 volúmenes y en ellos aparecieron 70 trabajos, de los que 57 entonces se publicaban por primera vez. Cada uno de éstos con paginación independiente. En total suman 4.560 páginas. Salieron originariamente a la venta en fascículos. La colección está dedicada a Rosas a quien llamó uno de los genios tutelares, confesando ser su más obsecuente y obediente servidor.

Estos volúmenes están integrados por textos manuscritos e inéditos unos y los otros ya editados, más documentos conexos; además De Angelis aportó sus estudios a manera de proemios, discursos preliminares, introducciones, noticias biográficas, y advertencias para acompañar a cada una de las piezas. Estas piezas están referidas a Argentina, Paraguay, Brasil y la Banda Oriental, a las Misiones Jesuíticas y a la Patagonia, y son historias, descripciones, derroteros, diarios de viajes, memorias, informes de y a los virreyes, descripciones geográficas, tratados, correspondencias, actas capitulares, y documentos de todos los ramos de la administración pública.

Se dice que esta colección tiene errores. Que a veces el editor no respetó los textos originales, que introdujo variantes, que algunas traducciones presentan fallas, que hay textos amputados. Todo eso es cierto y también más.

Sabor registra en su libro que glosó La Argentina de Martín del Barco Centenera, que introdujo serias variantes en la Historia Argentina de Ruy Díaz de Guzmán, cuya redacción corrigió, que las traducciones presentan fallas, como ocurre con las Descripción de la Patagonia de Tomás Falkner, que hubo supresiones y cambios injustificables en el orden de la segunda parte de la Historia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán de Guevara, obra a la que amputó y deformó hasta alterarla completamente.

Sobre estas particularidades que presentan los documentos publicados por De Angelis, en algunos casos surgieron opiniones encontradas. En cuanto al documento número 15, reproducido en el tercer tomo, con el epígrafe Fundación de la ciudad de Buenos-Aires por D. Juan de Garay, por ejemplo, dio origen a un cruce de opiniones entre Manuel Ricardo Trelles, desde La Biblioteca y el Registro Estadístico del Estado de Buenos Aires, 1859 (t. I, 1860), y Vicente Quesada desde La Revista de Buenos Aires, codirigida por él junto con Miguel Navarro Viola, (cfr. Actas de fundación de las ciudades capitales de provincia en la República Argentina) t. VII a. II nº 25: 40-50, 1865).

En Historia crítica de la historiografía argentina; desde sus orígenes en el siglo XVI, es de destacar que Rómulo Carbia realiza una valoración sobre la obra de De Angelis con ecuanimidad. Para Carbia este apartarse de las normas tradicionales observadas por los editores europeos, e introducir modificaciones y comentarios propios en antiguos textos ajenos, lo hizo con el propósito de mejorar el estilo y hacer más grata su lectura. Esto obligó a posteriores ediciones fidedignas. Pero con todo De Angelis transformó los conocimientos que en su momento se tenían de muchos hechos históricos e introdujo cambios importantes.

Fue Groussac -así lo estima Josefa Sabor- quien enrostró a de Angelis con mayor vehemencia las libertades que se permitió con algunos de los textos -especialmente con las obras de Guevara, Díaz de Guzmán, Azara y Diego de Alvear- y los hizo en buena parte desde los “Anales de la Bibloteca”. La autora recuerda que en la primera entrega de esos Anales Groussac declara que va a continuar la obra de de Angelis, a la cual, a pesar de todas las limitaciones que le señalaría, califica de “meritoria”, reconociendo los buenos servicios que ha prestado. Este reconocimiento de Groussac, doblemente significativo por haberlo escrito en la Prefacio con el cual inicia la serie de los Anales de la Biblioteca, también lo trae, en nota al asiento 896, Juan Canter en la Contribución a la bibliografía de Paul Groussac, publicado por El Ateneo en 1930.

Las críticas de Groussac a De Angelis sobre el criterio seguido en la reproducción de las obras y de los documentos que trae su Colección fueron analizadas por Torre Revello. Cuando Torre Revello dio a conocer su estudio Un códice desconocido del Diario de Diego de Alvear, incluido por De Angelis en el séptimo tomo de su Colección, recordó que en el párrafo inicial Groussac explicó en el Prefacio al primer volumen de los Anales de la Biblioteca cuál sería el método que iba a seguir en la labor editorial de obras y documentos inéditos, existentes en la Biblioteca de Buenos Aires y relativos a la historia y geografía del Río de la Plata. Groussac aseguró entonces que observaría la publicación escrupulosa de documentos inéditos.

Pero Groussac no cumplió con lo prometido. En el mismo volumen donde expresara ese laudable concepto -señala Torre Revello-, lo malogró de inmediato en forma arbitraria hasta el exceso, dejando establecido con su proceder, que una cosa son los métodos explicados en abstracto y otro aspecto más serio el llevarlos a la práctica.

Digamos cuál fue el exceso de Groussac, pues

suprimir toda la documentación justificativa que el autor del Diario intercaló en su relato, dejó sin publicar íntegramente el capítulo IX, y con respecto al capítulo XII, casi ocurrió otro tanto, con excepción de algunos párrafos que agregó a continuación del capítulo XI, sin hacer al lector la más mínima advertencia con relación a su procedimiento.

Con una ironía poco frecuente en él acota Torre Revello:

Este hecho nos recuerda las palabras que Groussac, dedicó a Pedro de Angelis, en el Prefacio, de [los] Anales de la Biblioteca, etc., etc., cit., t.I, p.9 que dicen: el editor se ha tomado con ellos [los originales] la más graves e indisculpables licencias, llegando… no pocas veces a mutilarlos, sin la precisa advertencia al lector.

Entre las páginas 115 y 130, inclusive, Torre Revello presenta el listado de las supresiones hechas por Groussac en la edición que hizo del “Diario” de Alvear.

No estará demás aclarar que Groussac, cuando dio a conocer el Diario de Juan Francisco de Aguirre y la Historia del Paraguay de José de Guevara, también. empleó el mismo criterio de publicar códices de manera incompleta, suprimiendo aquellas partes que le resultaban a veces superfluas y en otras intolerablemente repetidas.

Al estudiar en particular esta Colección y sus reediciones, en la parte dedicada a la bibliografía de Pedro de Angelis, Josefa Sabor señala en sus Acotaciones que atacada por muchos, ha sido sin embargo saqueada impunemente desde 1852 por escritores que ni siquiera la citan. Este proceder es bastante frecuente en nuestro medio historiográfico, entre otros lo vienen padeciendo Roberto Levillier6, Gaspar García Viñas7, Guillermo Furlong8 y José Torre Revello9.

Entre quienes primero valoraron y lo reconocieron públicamente a este corpus de piezas extensamente glosadas por De Angelis sobre Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata se cuenta Woodbine Parish. En su momento Parish fue plenipotenciario del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda ante las Provincias Unidas y -como lo señala José Luis Busaniche, en el Estudio preliminar a la reedición de Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata. Desde su descubrimiento y conquista por los españoles– siempre consagrado a su estudio [de este] país, de su historia, de su economía, de sus costumbres y a ciertas disciplinas científicas a las que siempre se mostró muy aficionado.

Alejado para siempre de Buenos Aires, alrededor de 1837 Parish se abocó a preparar un estudio que diera respuesta a estos interrogantes:¿Qué es la República Argentina” ¿Qué es esa tierra de leche y miel, con sus pampas llenas de ganados y sus selvas llenas de abejas? ¿Qué parte ocupa en el mapa de Sudamérica? ¿Cuáles son sus rasgos físicos, sus productos naturales, su suficiencia para sustentar las poblaciones que a su tiempo la habiten, y para elevarlas a una posición importante entre las naciones de la tierra? Apareció en 1839 y no es más que un esbozo de lo que proyectaba publicar años más tarde.

A Parish le llegó la Colección de De Angelis cuando estaba preparando la reedición de su estudio sobre Argentina, que apareció en 1852. Expresó entonces que

[…] mientras me ocupaba en preparar mi obra, don Pedro de Angelis principió en Buenos Aires, bajo los auspicios del gobierno, la publicación de una colección de obras y documentos históricos relativos a las provincias del Río de la Plata, que hacía innecesario extender mi trabajo, como entonces dije, a otra cosa que a un bosquejo breve y general de la República, y de los descubrimientos y exploraciones hechos en esa parte del mundo de sesenta años a esta parte.

Después de hacer referencia a las obras de interés histórico sobre lo que fue el Virreinato del Río de la Plata de las cuales entonces él disponía, vuelve a considerar esta obra:

[…] la colección de documentos a que ya he hecho alusión, publicada por D. Pedro de Angelis, bajo los auspicios del gobierno de Buenos Aires, debe ocupar un lugar preeminente. Su publicación se verificó al mismo tiempo que la de la primera edición de esta obra, y hoy se compone de seis grandes volúmenes en folio; es con mucho la obra más importante que ha salido de las prensas Sudamericanas, y comprende una abundante recopilación de documentos públicos del más alto interés sobre la historia, estadística, geografía, etc., de esos países, tan nuevos en cuanto tiene relación con esas materias para los americanos mismos, como lo son para los europeos; siendo realzado su mérito con las notas y apuntes introductorios de su ilustrado editor, como fruto de un largo y atento estudio de la historia e instituciones de su país adoptivo.

El análisis bibliográfico de este corpus de documentos impreso en siete tomos de la Colección lo pudo brindar Teodoro Becú. Poseedor de dos colecciones incompletas, con ellas Becú formó una completa ya que en una de esas estaba el, hasta entonces, inhallable séptimo tomo.

Con la asistencia de Diego Luis Molinari y el aval de Emilio Ravignani, el Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras publicó en 1941 el libro de Becú La colección de documentos de Pedro de Angelis y el Diario de Diego de Alvear. A este estudio se le sumó el ya citado aporte medular de José Torre Revello sobre este códice de Alvear.

Además de estudiar detalladamente esta Colección y en particular al Diario de Diego de Alvear, en donde mucho intervino Paul Groussac para desacreditarla desde las páginas de su revista La Biblioteca10, Becú no perdió la oportunidad de establecer un parangón entre este aporte de documentos históricos con los publicados por la Biblioteca Nacional durante su prolongada dirección.

Monumento por su forma y por su contenido, levantado por su autor en una época en que ni siquiera conocíamos la imprenta a vapor. Angelis dio en dos años, prácticamente, tan sólo con la “Colección”, el doble de material impreso que tanta fama vistió a Groussac en [cuarenta y] cuatro años, teniendo éste a su disposición más dinero, más empleados y cuatro veces, si no diez, mejores elementos técnicos.

Entre los opositores al gobierno de Rosas en el exilio, esta colección fue públicamente mal recibida y peor tratada. Esto, que por razones circunstanciales se justifica, tiene su costado de curiosidad, la ocasión sirvió para tener que admitir pero a regañadientes sus condiciones intelectuales y poner en tela de juicio su honorabilidad, al decir de él que se apropiaba en forma indebida de piezas ajenas.

Publicado por la Biblioteca del Congreso de la Nación, en el epistolario perteneciente a Juan María Gutiérrez hay una carta de Florencio Varela, remitida desde Montevideo el 31 de octubre de 1833, donde le dice:

Ese de Angelis, dotado de tanta capacidad cuanta es la perversidad de su carácter, ha hecho llegar a mis manos no sé por mano de quién el Prospecto de la Colección de obras y documentos inéditos relativos a la Historia, antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata. El Editor puede, en mi sentir, hacer una publicación importantísima porque tiene abundantes materiales, de los que algunos debe a mi necia condescendencia y a mi fácil credulidad. Quiero, pues, que tenga V. la bondad de suscribirme con mi nombre a esa publicación…

Con el Índice general de las Obras de D. F. Sarmiento, labor de mérito proporcionada por Augusto Belin Sarmiento, datado en 1903, se dispone de una herramienta de consulta obligada, para conocer de cuáles personas y de qué temas se ocupó Domingo Faustino Sarmiento en su dilatada y polifacética actuación.

Gracias a este aporte analítico, reimpreso de manera facsimilar en el año 2000 por José Luis Trenti Rocamora, se sabe que Sarmiento en veintisiete oportunidades se refirió a Pedro de Angelis11. Como es de suponer, este temido polemista enrolado en la más radicalizada oposición a Juan Manuel de Rosas, casi siempre se ocupó de De Angelis para vituperarlo por sus hechos y sus dichos. Pero en la parte final de su réplica a Juan Bautista Alberdi por las Cartas quillotanas, me refiero a Las ciento y una, fechada en mayo de 1853, dice:

Yo me he servido de Arenales, Sola, Angelis, Wappaüs para la ilustración de las cuestiones de los ríos, y á Angelis, á quien tanto desestimo bajo otros aspectos, le he rendido mi público tributo de gracias por haber emprendido la publicación de los documentos argentinos, sin acordarme que medió en ello interés de editor.

Es claro que Sarmiento, no pudiendo con su genio, al final le restó tirándole un cascote, como si el ser editor pudiera invalidar un aporte de esta naturaleza. Pero eso sí puede corroborarse que no fue en Las ciento y una cuando por primera vez reconoció el valor de los documentos que De Angelis editaba, sino antes y de manera tangencial e implícita desde Chile en 1850 en su Argirópolis.

Josefa Sabor en su ya citado ensayo bio-bibliográfico, interpreta desacertadamente que la Biblioteca Pública de Buenos Aires mostró su reconocimiento a de Angelis por haber incluido esta colección entre las que envió en 1878 a la Exposición Internacional de Paris. Además Sabor tomó este acto como realizado por el gobierno argentino cuando la Biblioteca Pública sólo representaba a Buenos Aires.

Entre los funcionarios que figuran en la lista de suscriptores colocada en el primer tomo de la Colección, iniciada en 1836, se encuentra José María Terrero, por esa fecha canónigo de la Iglesia Catedral, miembro de la Sala de Representantes y también director de la Biblioteca Pública. El ejemplar de Terrero, impreso en papel especial y encuadernado en marroquí colorado, pasó a engrosar la colección de la Biblioteca Pública, hoy conservado en la Sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional.

El ejemplar adquirido por Terrero, junto con otros 226 libros, fue tomado en 1878 de la colección de la Biblioteca Pública de Buenos Aires por sus encargados Ernesto Quesada y Nicolás Massa, cumpliendo expresas indicaciones del director ausente Vicente Quesada12, quien se encontraba desempeñando la titularidad del Ministerio de Gobierno provincial13. Con la consulta del catálogo preparado para ese evento internacional en Francia, en su Sección III. Ciencias históricas, A Historia se advierte que a la Colección de De Angelis se la envió no como reconocimiento sino por ser lo único que se había editado en su género y de tal magnitud.

En cuanto al Archivo Americano la colección completa fue otra de sus obras remitida a la Exposición Universal de París (Sec. V Div. C Subdiv. 2 nº 214). En el catálogo aparecen incluidas muchas colecciones de publicaciones periódicas de las cuales disponía la Biblioteca Pública. También incluyeron en el envío la Memoria sobre el estado de la Hacienda Pública preparada por De Angelis y publicada en 1834 (Sec. I Div. F nº 81).

Por la calidad y el número de trabajos propios que De Angelis intercaló en esta Colección muchos ven en ella tal unidad que la consideran una verdadera historia argentina. Cuando se ocupó del sabio napolitano en la cultura argentina, Carlos Tagle Achával recuerda en 1996 que:

El renombre de historiador que le dio esta obra llegó hasta Europa, al punto que la Royal Geographic de Londres lo nombró miembro correspondiente y publicó en inglés un extracto del trabajo, valorándolo altamente. Pero en 1839, a pesar de que la Confederación estaba enredada en un grave conflicto con los dos países más poderosos, por entonces, de Europa -Francia y Gran Bretaña- el Instituto Histórico y Geográfico de Río de Janeiro lo nombró también miembro correspondiente, lo mismo que la Societé Géografique de París, el Reale Instituto d´Incoraggiamento delle Scienze Naturali di Napoli, la Massachusetts Historical Society, la American Philosophical Society de Filadelfia, la Societé Royal des Antiquaires du Nord de Copenhague, le defirieron igual honor, no sólo por esa obra sino por su renombre de historiador y su prestigio intelectual14.

En cambio la Colección fue apreciada por la Junta de Historia y Numismática Americana recién en 1936 cuando se acuñó una medalla conmemorativa, al cumplirse el centenario de iniciada la edición de esta obra con la impresión de los tomos I y II. Se trata de la número 81, incluida por ese organismo entre las categorizadas como Medallas diversas. Esto no significa que con anterioridad quienes integraron la Junta de Historia y Numismática Americana y luego la Academia Nacional de la Historia no hayan reconocido alguna que otra vez los méritos de De Angelis y valorado sus obras, pero lo hicieron a título personal.

Al año siguiente se registra un hecho curioso, advertido por Becú. En 1937 la Junta efectúa un reconocimiento al Instituto Histórico e Geographico Brasileiro, cuyos detalles aparecen registrados en el tomo X de su Boletín. Además en el mismo tomo aparece la nómina de aquellos que en nuestro país fueron designados miembro correspondiente y los elogios pronunciados para cada uno en la oportunidad, de donde pasaron por alto a Pedro de Angelis que fue el primero en recibir tal distinción. La nómina aparece iniciada en 1853 cuando De Angelis había sido incorporado en 1839.

José Oría en 1925 logró identificar a Bartolomé Mitre tras el inicialónimo B., usado en El Tirteo de Montevideo para también firmar el 19 de julio de 1841 el brulote poético A Pedro de Angelis, donde lo llama ponzoña, traidor, Judas, lame pies, prostituido, rufián, apóstata, hipócrita, fanfarrón, y lacayo15. Pero con los años se estableció entre ambos una relación cordial, sin que por ello pueda suponerse que necesariamente volvieron sobre lo andado, al menos de parte de Mitre. Además de expresar su reconocimiento en diversas ocasiones por la calidad de los estudios de De Angelis, en la historia de la historiografía argentina Bartolomé Mitre aparece protagonizando un proceder que enalteció a ambos.

En uno de los cuartos de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, el 3 de septiembre de 1854 Mitre pronunció un discurso, lo recordó Juan Ángel Fariní al confeccionar la Cronología de Mitre 1821-1906, promoviendo al Instituto Histórico Geográfico del Río de la Plata. El 6 de mayo de 1856 se aprueba las bases orgánicas que él redactara para dicho Instituto y su reglamento. Lo integrarían hombres de todas las disciplinas, pero se estableció que solamente serían miembros natos los que inicialmente hubieran suscripto esas bases. Con tal motivo Mitre, acompañado de otros dos miembros, se presentó en la quinta de De Angelis para solicitarle la firma de ese documento. De Angelis no sólo aceptó, sino que además concurrió a algunas de las sesiones.

Pero la leyenda negra local en torno a su figura y su obra no ha sido del todo desechada y se la siguió tejiendo, ya que aún restan interrogantes por resolver. Entre estos interrogantes pendientes quedan el saber cómo reunió tan magnífica colección de piezas y particularmente cómo obtuvo los códices y demás documentos que publicó. (A él le caben las generales de la ley, todo coleccionista es sospechado de la posible procedencia ilegítima de sus piezas).

El mismo De Angelis presentó algunos descargos a las acusaciones de sus contemporáneos, pero con escasos resultados, entonces y después. Y los resultados fueron escasos porque no pudieron con el rencor de sus enemigos de entonces y de la crítica moderna, prodigado por haber sido un talentoso polifacético y haber estado al servicio de Juan Manuel de Rosas, después de haber sido traído a Buenos Aires por Bernardino Rivadavia.

i De su colección de medallas y para eventualmente poder ofrecerlas en venta, De Angelis editó un folleto en 1840, de 12 páginas, con el título de Explicación de un monetario del Río de la Plata. En esta nómina, sin su firma, se dan breves noticias sobre la procedencia de las piezas. Quien identificó este folleto como perteneciente a De Angelis fue Antonio Zinny y lo confirmaron Arana y Trostiné, otros lo reimprimieron en 1893 y en 1968. Este folleto fue usado por De Angelis cuando en 1843 le encargó a Carlos Zucchi que gestionara la venta de su colección de medallas en Río de Janeiro.

Aprovechando la desaparición de un expediente injurioso á la memoria del finado Sr. D. León Ortiz de Rosas, padre del actual Gobernador, en El Nacional de Montevideo (t.10 nº 1419) se publicó el 7 de septiembre de 1843 un artículo que lleva por título Interpelación al degollador Rosas, al ladrón Angelis, a la Gaceta y al Archivo, donde se acusaba a De Angelis de ladrón de piezas de las colecciones de la Biblioteca Pública de Buenos Aires. Un párrafo de este artículo panfletario dice:

[Carlos ] Zucchi introdujo por contrabando á Rio [de ] Janeiro, como hemos dicho, la rica colección de medallas robadas por Angelis en Buenos Ayres y de las que una gran porción pertenecen según relación de [una ] persona que las vió, al saqueado monetario de la biblioteca de Buenos Ayres; […]

En el Archivo Institucional Histórico de la Biblioteca Nacional existen algunas constancias de la orden del Gobierno de Buenos Aires impartida a la dirección de la Biblioteca Pública, a cargo de Valentín Alsina, para que la colección de medallas y monedas fuera puesta a disposición de la Universidad de Buenos Aires y se procediera a ubicarla en su Museo de Historia Natural. La disposición fue resuelta el 25 de noviembre de 1829 y ese mismo día comunicada en oficio por Tomás Guido, ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores16.

Al día siguiente Valentín Alsina recibió una nueva comunicación de Tomás Guido fundamentando la medida. A las autoridades provinciales les preocupaba ubicar dicha colección en un lugar aparente, utilizando este término en su segunda acepción de conveniente u oportuno, como es frecuente encontrarlo en documentos de aquella época17.

Para concretar el traslado dispuesto, el rector de la Universidad de Buenos Aires, Valentín Gómez, se dirigió al Director de la Biblioteca expresándole:

Habiendo ordenado el Gobno. qe. el monetario, y la Colección de Medalla pasen á la Sala de Fisica; el Rector de la Universidad ha comisionado al Encargado de dicha Sala D. Carlos Ferraris qe. se reciba de ello con presencia del Secretario de este establecimiento, qe autorizara el inventario qe se forme al efecto18.

Es probable que a partir de ese traslado, concretado mediante inventario previo, la Biblioteca Pública haya recibido alguna que otra donación, pero contesta por lo menos en parte la acusación contra Pedro de Angelis. Ante cualquier propuesta de donación de medallas o monedas posterior a esta disposición de 1829, todo hace pensar que fue transferida a la Universidad. Esta cesión ordenada a la dirección de la Biblioteca Pública ocurrió cuando recién De Angelis se afincaba en Buenos Aires y aún no contaba con los reprochados favores recibidos de Juan Manuel de Rosas.

La réplica de De Angelis al artículo que lo acusó de haber robado el monetario de la Biblioteca Pública apareció el 30 de septiembre. En el Archivo Americano, manteniendo el mismo estilo del denunciante, De Angelis atribuyó la paternidad de éste a José Rivera Indarte. En una página y media De Angelis le enrostró a Rivera Indarte que:

Para él no hay mas medio de adquirir que el hurto; le recordó á la época en que los ladrones iban por la Biblioteca y que el Sr. Ministro [Tomás] Guido,…, tuvo que hacer cerrar y lacrar la alacena en que estaban las medallas de propiedad del Gobierno para salvarlas de las garras de estos “aficionados”. Entre ellos se distinguía, sobretodo, un famoso “Doctor”, presumido y de mal genio, que robó libros, carabinas y otras curiosidades enviadas como trofeos desde Lima por el General San Martín, y el actual director del Nacional de Montevideo, que ni respetó las Vírgenes ni los Santos; y -por último- que la prensa de Buenos Aires ha declarado ladrón y falsario al editor del Nacional de Montevideo, porque en la escribanía pública del Sr. Silva existen los autos de sus robos y falsificaciones.

Sobre estos temas tanto Rivera Indarte como De Angelis continuaron con el cruce de acusaciones. Rivera Indarte lo hizo desde El Nacional (Montevideo) el 13 de octubre de 1843; De Angelis en La Gaceta Mercantil (Buenos Aires) el 6 de octubre y el 6 de noviembre de 1843, volviendo sobre el particular desde el Archivo Americano el 31 de julio de 1845. También se vio obligado a intervenir Carlos Zucchi con una carta que difundió en el Archivo Americano el 30 de noviembre de 1843. Rivera Indarte repitió sus acusaciones en el libro Rosas y sus opositores editado en 185319.

Al iniciar la embestida periodística Rivera Indarte en un párrafo de la acusación define indirectamente los intereses que él defiende:

Trazaremos los antecedentes del escritor principal de Rosas, Pedro de Angelis, su consejero en todo lo que concierne a las relaciones exteriores de la República Argentina y el mismo que está hoy sembrando odio y descrédito contra la nación inglesa, como los desparramó contra la francesa en 1840.

Bartolomé Mitre ha procurado lavar el prontuario de Rivera Indarte en el estudio sobre su vida y escritos que le dedicó en 1853, incluido en sus Obras Completas. En cambio su condiscípulo Vicente Fidel López si bien le reconoce de mucho talento en las Evocaciones históricas, lo recuerda como un canalla, ratero y un alma de lo más vil que pueda imaginarse; en 1835 Juan Bautista Alberdi ya lo tenía por intrigante, falso, perverso por constitución, malo por inocencia; que hace el mal sin remordimiento de conciencia; para Juan María Gutiérrez era horriblemente calumniador; y Adolfo Saldía no olvidó puntualizar que había hurtado libros.

Todo el espectro opositor emigrado no dejó de criticar y acusar a Pedro de Angelis, pero ha sido de Rivera Indarte de quien partieron las más fuertes imputaciones. Desde la perspectiva jurídica los antecedentes no son tacha que invaliden una denuncia como tal; aunque desde lo historiográfico en el momento de valorar la acusación cabe meditar sobre el mérito de quien la formula.

Rivera Indarte era de los que en Buenos Aires frecuentaban con asiduidad la Biblioteca Pública y la Biblioteca de la Universidad, leyendo de todo y sin criterio selectivo. Pero se constató que no solamente concurría a las bibliotecas para leer. El Rector de la Universidad lo denunció ante el juez de crimen Manuel Insiarte por sustraer libros de esa biblioteca. Por la comisión de este delito se le siguió una causa y se lo condenó. Estuvo un tiempo detenido y aunque después se sobreseyó la pena, dando por compurgado el delito, según comunicación del 13 de septiembre de 1831 al Rector, se lo expulsó de esa Casa de Estudios. Este robo lo admite el propio Rivera Indarte en su libro Rosas y sus opositores, justificándolo como pecado de juventud. De este caso y durante muchos años el expediente se conservó en la escribanía de Laureano Silva, a cargo del registro nº 7 desde 1824 hasta 1839.

El 16 de julio de 1832 el gobierno le autorizó a continuar sus estudios, por pedido de los sacerdotes Buenaventura Hidalgo, preceptor del Convento de San Francisco, y Paulino Gari, entonces Rector de la Universidad.

Sus aventuras delictivas continuaron. Al poco tiempo se lo procesó nuevamente por otro robo, el de la corona de la Virgen de la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, templo ubicado en el Barrio de Catedral al Norte en las calles Reconquista y Cangallo (hoy Juan Domingo Perón).

Advertido por su cuñada que lo reconoció, Pablo Zufriategui dio aviso al Jefe de Policía de que Rivera Indarte se había presentado en su domicilio y fingiéndose agente del general Lavalleja con el falso nombre de Pedro Mendoza, escribiéndole previamente cartas así firmadas y otras como Benito Linares, para percibir cien onzas de oro que por su intermedio serian enviadas al general Lavalleja en calidad de auxilio para derrocar al gobierno de Rivera. Intervino en la causa el juez Baldomero García.

Procesado por falsificación de firma y tentativa de estafa, el estudiante de derecho Rivera Indarte en su defensa alegó desconocer que el cambiar de nombre fuera un delito. Se lo condenó al servicio de las armas. Después se le conmutó la pena por un año de destierro; la medida fue dispuesta por la Cámara de Justicia 20.

Retornando al interrogante que persiste de cómo De Angelis formó su colección y dónde obtuvo los códices y documentos que publicó, hay manifestaciones públicas de él puntualizando quienes le obsequiaron, le vendieron, o con los cuales canjeó. De los que entonces vivían o sus viudas nunca se supo de una desmentida.

Para su colección de medallas y monedas compró piezas al coleccionista José Joaquín de Araujo, a los plateros Mariano Martínez y Masias, a Vicente Puga y a Beascochea padre, a José M. Almagro le compró medallas y documentos; con José Joaquín Araujo además efectuó canje de piezas. Otras de sus piezas le fueron regaladas por Francisco del Sar, Estanislada Cossio de Gutiérrez y Eduardo Lahitte. Florencio Varela dice en carta privada que 36 medallas eran de su propiedad y agrega: el villano me las pidió y se las di.

Compró documentos a Pablo de Zizur y a la viuda de José María Cabrer (Casimira Ximénez ) y de Pedro Cerviño (Bárbara Barquín). De otros documentos solamente le fue facilitada la consulta para que sus amanuenses los copiaran.

En el Archivo General de la Nación se conservan entre sus papeles catálogos de librerías que usó para indicar las piezas de su interés. Hay constancias de pedidos de compra a libreros y a amigos para que se encargaran de efectuar las operaciones. Tanto el Departamento Topográfico como Rafael Ballesteros le obsequiaron publicaciones que le interesaban.

Algunos organismos públicos le dieron en préstamo piezas de su colección, entre ellos la Biblioteca Pública y el Departamento Topográfico. Desde las columnas de La Gaceta Mercantil, en un artículo dado a conocer en la edición del 18 de julio de 1843, De Angelis recuerda que José María Terrero le prestó de la Biblioteca Pública -que en esos momentos dirigía- unos documentos sobre el levantamiento de Tupac Amaru para publicarlos en el tomo quinto de la Colección de obras y documentos… ; muchos años después sirvieron a Boleslo Lewin para su obra La rebelión de Tupac Amaru y los orígenes de la Independencia de Hispanoamérica editada en 1943.

Para agradecer este préstamo y otros favores, De Angelis le remitió a Grela, con destino a la Biblioteca Pública una carretada de libros. De esta donación se tiene noticias por sus dichos, en cambio hay otra importante y generosa, de la cual hay constancia en el Archivo General de la Nación. De esta última se sabe que fue durante la gestión de Felipe Elortondo y Palacio, según su nota del 25 de septiembre de 1840 dando cuenta al Ministro de Interior, y se trata de 37 obras que representan 171 volúmenes.

No siempre tuvo la posibilidad de retirar en préstamo de la Biblioteca Pública los libros y documentos que precisaba para sus trabajos. Para Josefa Sabor las relaciones intelectuales de Rosas con De Angelis se caracterizaron por una ambivalencia que va desde la mayor desconsideración hasta el elogio y en particular destaca que Rosas no dejó de poner siempre de manifiesto una pertinaz desconfianza cuando se trató de confiarle materiales, muy notoria cuando estaban en juego obras depositadas en la Biblioteca Pública.

El mismo Rosas [-destaca Sabor-] había prohibido en forma terminante el préstamo a domicilio de libros de la Biblioteca, y se conservan cartas de de Angelis -unas dirigidas a los encargados de la Biblioteca, otras al propio Rosas- en las que aquél solicita que se le permita retirar en préstamo algunas piezas importantes. También se conocen pequeñas comunicaciones, en las que anuncia la devolución de lo prestado. Estas pocas cartas, que han sido reproducidas por muchos autores, no prueban, en esencia, nada, y además provocan siempre la impresión de que de Angelis intentaba dejar constancia, un poco aparatosa, de su honestidad. Por otra parte, Rosas parece preocupado casi exclusivamente por la seguridad de los bienes de la Biblioteca Pública […].

Para sus investigaciones, copias y lecturas concurrió a varias bibliotecas. Entre las de los poseedores de colecciones particulares, por entonces afición no muy frecuente, le facilitaron el acceso a las suyas Saturnino Segurola, Tomás Manuel de Anchorena y Manuel José García. De los repositorios públicos usó la Biblioteca Pública, el Archivo General de la Provincia de Buenos Aires, el del Fuerte y el Departamento Topográfico.

A propósito de la forma y honestidad con que procedía de Angelis en sus relaciones con los repositorios públicos, -señala Josefa Sabor- se ha escrito todo tipo de acusaciones, unas contemporáneas a él, y otras debidas a la crítica moderna. También numerosas defensas, y vehementes autodefensas del inculpado.

Paul Groussac se sumó en 1893 a los que venían cuestionando la honorabilidad de De Angelis con un Prefacio que preparó para ser incluido en el primer tomo del Catálogo metódico de la Biblioteca Nacional. Con los años y gracias a la insistencia de José Edmundo Clemente, el segundo de Borges cuando éste ocupaba la dirección del organismo, el susodicho Prefacio terminó siendo la primera Historia de la Biblioteca Nacional21.

De manera tal que en la primera Historia de la Biblioteca Nacional su autor hace aparecer a De Angelis como un apropiador indebido de documentos propiedad de Saturnino Segurola. De este sacerdote y doctor, Groussac recuerda su paso por la Biblioteca Pública como director, destacando que haya legado al establecimiento su variada y preciosa colección de manuscrito de treinta y cuatro tomos encuadernados, que comprenden documentos históricos de toda índole y de muy desigual importancia. Pero Groussac, basado en una correspondencia intercambiada entre Quesada y Manuel Ricardo Trelles22 y publicada por la Revista de Buenos Aires en el tomo XXIII, respecto a los que él entendía que faltaban dijo:

En cuanto a los que fueron publicados por Angelis, y constituyen buena parte de la materia comprendida en los cinco primeros tomos de sus Documentos, no parece que volvieran los originales á poder de su dueño, y es muy probable que quedaran entre la colección de obras y papeles que dicho señor vendió al gobierno del Brasil. No es dudoso que, por dichas causas, y otras parecidas, hayan desaparecido muchos documentos pertenecientes al finado Segurola.

Aparece otra denuncia similar de Groussac en los Anales de la Biblioteca que data de 1908. Esta vez referida al ejemplar de la Historia del Paraguay de José de Guevara, donado por el ministro Manuel García y que según Groussac aparece entre las obras vendidas por De Angelis en 1853 al Brasil.

Aunque de carácter parcial, la defensa más apasionada y fundada de De Angelis es de Teodoro Becú., en La colección de documentos de Pedro de Angelis publicada en 1941. Este estudio bibliográfico va acompañado de abundante documentación probatoria, con la cual demuestra la inconsistencia de algunas acusaciones, en particular las de Groussac. .

Empleando los mismos documentos que trae Becú, otro historiador llegó a conclusiones diametralmente opuestas, en una reseña documental sobre La biblioteca hallada en la Casa de Gobierno después de Caseros. Esta reseña fue incluida a fines de 1942 en el tercer número del Anuario de Historia Argentina que editaba la Sociedad de Historia Argentina. Su autor, Julio César González, se refiere a las relaciones de De Angelis con la Biblioteca Pública de Buenos Aires, pero su objetivo era demostrar que Juan Manuel de Rosas usó la Biblioteca Pública a su arbitrio.

1 Biblioteca Nacional Pedro de Angelis. Polémicas y documentos. Buenos Aires, [2009].

2 Una obra de Antonio Zinny con información sobre el contenido de La Gaceta Mercantil de Buenos Aires, de 1823 a 1852, dada a conocer de manera póstuma en 1912, suministra algunos detalles sobre un episodio de la vida cotidiana protagonizado por una matrona en Buenos Aires donde aparece el adjetivo extranjero con el propósito de descalificar.

La hermana de Dalmacio Vélez Sársfield, nacida en Córdoba, ya entrada en años decidió radicarse en Buenos Aires. A los pocos meses de instalada en su casa porteña, ubicada en jurisdicción de la parroquia de San Miguel, fue blanco de una denuncia publicada en el número 415 de El Lucero dirigido por Pedro de Angelis el 18 de febrero de 1831. Bajo el título Suceso Escandaloso, se complicó a Tomasa como posible autora de haber castigado brutalmente a la joven negra Teodora Vélez, una liberta de doce años de edad que servia en su casa.

Esto había ocurrido el día lunes, próximo pasado a la publicación de este número, y en horas de la mañana. Varias personas dijeron a El Lucero haber encontrado á la una del día a esa muchacha, como de edad de doce años, tan cruelmente azotada, que chorreando sangre con exceso, á cada rato se desfallecia. Entre varios vecinos la trasladaron al domicilio del juez de paz de San Miguel y éste la remitió al Hospital de Mujeres, recomendando su cuidado. La denuncia concluye diciendo: Deseariamos que la autoridad á quien corresponda juzgar este atentado, fuese muy severa con el alma feroz que despedazó á aquella infeliz. Se nos aseguró que su ama es Da. Tomasa Velez.

La acusada descalificó a De Angelis entre otras razones por su condición de extranjero. La réplica de Tomasa Vélez, firmada con el seudónimo de un individuo de la casa de doña Tomasa Velez, no se hizo esperar, a los pocos días apareció este comunicado, difundido por La Gaceta Mercantil en la edición del 23 de febrero de 1831, donde lamenta que el sosiego y tranquilidad de una familia sea turbada en las circunstancias mas delicadas tal vez para ella, por un escritor estrangero y advenedizo, sin mas titulos para ser creido, que su osadia y venalidad. cfr. Mario Tesler Buenos Aires y lo suyo en algunos seudónimos. en su: Autores y Seudónimos porteños. Buenos Ares, Dunken, 2007.

3 Domingo Buonocore se ha referido a la colección formada por el sacerdote Saturnino Segurola quien, entre otras actividades laicas, se desempeñó como director de la Biblioteca Pública de Buenos Aires. Para Buonocore el archivo de documentos, su biblioteca y los muchos objetos reunidos en más de cincuenta años, constituyen la colección más notable de su tiempo, especificando que ésta se destacaba tanto por la cantidad de piezas como por el valor de las mismas. En el caso particular de Segurota la colección reunida refleja sus variados intereses culturales. cfr. en sus: Libros y bibliófilos durante la época de Rosas. Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, 1969. Colección de Ensayos y Estudios; y Libreros, editores e impresores de Buenos Aires. Esbozo para una historia del libro argentino. Buenos Aires, Bowker, 1974.

Después del fallecimiento de Segurota, ocurrido en la ciudad de Buenos Aires el 23 de abril de 1854, los documentos reunidos por él fueron entregados a la Biblioteca Pública.

4 Calificar de incunable a los impresos de los misioneros de la Compañía de Jesús en la región guaraní, durante los primeros tiempos del siglo XVIII, nada tiene en común con la antojadiza denominación de incunables bonaerenses utilizada por el coleccionista español José Lázaro para referirse a antiguos impresos de Buenos Aires, sobre los cuales publicó en Madrid un volumen que se editó en 1925; o con la de incunable rioplatense al Manuale de Paulo Restivo impreso misionero de 1721, sobre el cual la librería Fernández Blanco publicó un folleto para conmemorar sus 65 años de actividad comercial .

Aquí el concepto de incunable está empleado adhiriendo al origen de esta denominación, de común acuerdo con Bernard von Mallinckorodt quien la acuñó.

Von Mallinckorodt, dean de la catedral de Münster, publicó un folleto titulado De ortu et progressu artis typographicae en Colonia, allá por el año 1639. Con este trabajo su autor no pretendió más que aportar una contribución al segundo centenario de la invención de Gutenberg. Sin embargo éste aporte con el tiempo adquirió celebridad, pues es este autor quien al describir el período que va del célebre invento de los tipos móviles hasta el año 1500 se refirió a él adjetivándolo con un término hasta entonces no empleado. Von Mallinckorodt dijo que se trataba de la prima typographicae incunabula, es decir la época en que la tipografía estaba en pañales.

Sobre este tema me he ocupado en algunos trabajos anteriores ver: Buscando una nueva definición del incunable en: Revista de la Facultad de Lenguas Modernas /de la/ Universidad Ricardo Palma (Lima) p.199-204, noviembre 2004; Hasta cuándo el libro impreso fue incunable. en: Desarrollo Indoamericano (Barranquilla) a.37 nº 115 p. 58-61, julio 2003; El incunable: objeto de desprecio, amor y codicia. en: Historia (Buenos Aires) a. 23 nº 90 p.46-69, junio-agosto 2003.

5 El compilador de esta edición fue Andrés M. Carretero quien se consideró con derecho a estructurar la presente edición sobre un criterio temático, y no cronológico, aduciendo para ello que el orden original de la obra carece de importancia al no haber establecido De Angelis una estructura integral para su colección..

Sobre esta licencia que se arrogó Carretero formuló su opinión Josefa Sabor: La forma de afrontar la reedición de una obra histórica, unida al tratamiento dado a los textos, convierte a esta edición en un libro de lectura instructivo-recreativo, pero no en un instrumento de trabajo científico. cfr. en su: Pedro de Angelis y los orígenes de la bibliografía argentina. Ensayo bio-bibliográfico. Buenos Aires, Solar, 1995. Biblioteca “Dimensión Argentina”

6 Muchos años antes del fallecimiento del diplomático e historiador Roberto Levillier (1969), su admirador Atilio Cornejo publicó un estudio en el Boletín del Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta (1951) destacando de él su obra de historiador.

Entre los trabajos inéditos dejados por Guillermo Furlong, denunciados por Abel Rodolfo Geoghegan en el volumen XLVIII del Boletín de la Academia Nacional de la Historia, se encontró una bio-bibliografía de Levillier que reúne noticias sobre sus hallazgos documentales durante su labor como investigador, llevada a cabo en archivos extranjeros. Este borrador sin completar ni ordenar, de aproximadamente 500 páginas, incluía las decenas de volúmenes publicados por Levillier. Furlong entregó este trabajo a su hija Diana Levillier para que lo revisara y nunca le fue devuelto, por lo que hasta el presente no se cuenta con un inventario exhaustivo de su contribución de documentos inéditos al estudio de la historia.

No obstante en el catálogo de cualquier biblioteca dedicada a temas históricos, cuanto menos aparecen los muchos de las decenas de volúmenes con documentos de los siglos XVI al XIX, en su mayoría inéditos, conteniendo antecedentes de la política económica en el Río de la Plata, la correspondencia de la Ciudad de Buenos Aires con los Reyes de España, 1588-1615, los papeles de los gobernadores de Tucumán en el siglo XVI, los volúmenes sobre los gobernadores del Perú, los Papeles eclesiásticos de Tucumán, Américo Vespucio, la correspondencia de presidentes y oidores de la Audiencia de Charcas entre 1580 y 1600, sobre el conflicto Villagra-Núñez de Prado entre Chile y Tucumán en el siglo XVI, sobre Francisco de Toledo, el supremo organizador del Perú, el material cartográfico sobre El imperio incaico, los Papeles eclesiásticos del Tucumán, sobre Francisco de Aguirre y los orígenes del Tucumán 1550-1570, sobre la fundación de Mendoza, San Juan, San Miguel de Tucumán y Córdoba por españoles de Chile y Charcas.

Este aporte documental relativo a la historia de Argentina, Perú, Bolivia, Chile y Paraguay son el fruto de su trabajo personal en los archivos de Sevilla, Madrid, Paris y Londres y sus publicaciones fueron realizada por el Congreso de la Nación, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y otros organismos oficiales

7 Sobre el caso particular de García Viñas me he ocupado en La misión no reconocida, último capítulo de mi libro Paul Groussac en la Biblioteca Nacional. Buenos Aires, publicado por la Biblioteca Nacional en el 2006.

También fue tenido especialmente en cuenta por Raúl A. Molina en el libro Misiones argentinas en los archivos europeos, trabajo preparado para el Instituto Panamericano de Geografía e Historia y publicado en México en 1955, donde el autor dijo:

Es de toda justicia señalar la importancia de la colección de Gaspar García Viñas en la historiografía argentina. De ellas derivó una utilísima investigación que no costó un centavo al erario publico y que constituyó un misterio durante treinta años, merced a las ocultaciones de Groussac, que se sirvió de tan valioso material para la confección de sus obras, que, dicho sea de paso, causaron honda sensación en los círculos de los historiadores de Buenos Aires,. En sus notas no se menciona jamás a Viñas, aunque en la Biblioteca quedaba constancia de sus desvelos y de su existencia.

Adjudicándose haber sido el primero en hablar de la Colección García Viñas, cuando en 1948 publicó la obra Hernandarias, el hijo de la tierra, Raúl A. Molina arremetió también contra otros continuadores de ese ocultamiento:

Luego otros historiadores se sirvieron de tal caudal y lo aprovecharon, también en silencio, cimentando su fama de “investigadores”. Todos continuaron ocultando el “tesoro documental” que explotaban, y hubo alguno que habló de sus “sacrificios”, de sus viajes a la Madre Patria, de los esfuerzos paleográficos por descifrar la letra encadenada, cuando estaban ya interpretados los textos, desarrolladas las abreviaturas e incluso algunos ¡”escritos a máquina”!

8 Cuando en una semblanza sobre Guillermo Furlong se refirió el sacerdote jesuita Luis Avila a su generosidad, unida a la ausencia total de celo egoísta de lo suyo, recordó que regalaba investigaciones, apuntes, enseñaba documentos que pudieran servir a otros y reveló que se tenía fuertes sospechas de que inclusive, una obra de él la regaló para que saliera con nombre de otro. cfr. Luis Avila Homenaje al P. Guillermo Furlong S. J. en: Archivum (Buenos Aires) t. XIII: 139-147, 1979.

Pero además de estos usos autorizados por el propio Furlong de sus investigaciones, para generosamente sumar beneficios a terceros, podría escribirse un libro con la enorme más documental editada por él y de la cual rapiñaron los inescrupulosos, ocultando mencionarlo como fuente.

A este libro podría sumarse otro, pero con los errores cometidos por quienes no consultaron la obra de Furlong. Voy a referirme tan sólo a uno de estos casos. La Biblioteca Nacional en conmemoración del bicentenario de la Segunda Invasión Inglesa al Río de la Plata editó de manera facsimilar la breve publicación periódica inglesa The Southern Star / La Estrella del Sur.

La colección tal cual se sabe a partir de 1959, año de la incorporación a la Biblioteca Nacional del Uruguay del archivo de documentos de Buenaventura Caviglia, consta de prospecto, un número extraordinario, siete números semanales y un suplemento. Esto, por lo menos para los entendidos, es más que sabido. Por ejemplo fue difundido en 1997 por el diario montevideano El Día, en la introducción de Luis Alberto Musso Ambrosi de el Índice general alfabético de ese medio periodístico, donde al ocuparse de los suplementos recordó que: Nuestro primer periódico, “La Estrella del Sur” (“The Southern Star”) imprimió tres [suplementos]: [primero] una hoja extra fechada el 10 de mayo de 1807, omitida su reproducción en la edición facsimilar del año 1942 realizada por el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, pero existente en la colección de la Biblioteca Nacional de Montevideo.

Pero al prepararse esta edición facsimilar de la Biblioteca Nacional se omitió consultar, entre otros, el trabajo de Furlong sobre La Imprenta en Montevideo 1807-1810, incluido en el tercer tomo de la obra Historia y bibliografía de las imprentas rioplatenses 1700-1850, en el cual está la reproducción y un detalle pormenorizado del número extraordinario, anterior a la primera entrega del semanario.

En cambio se tomó una conocida edición facsimilar de 1942 a cargo del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay y, sin verificar cuanto menos los números que en la actualidad posee la Biblioteca Nacional del Uruguay de La Estrella del Sur, se procedió a aprobar la reedición incompleta del periódico.

9 En el tomo X del Boletín de la Comisión Nacional de Museo y Monumentos Históricos, su fraterno Guillermo Furlong ha dicho que no es el señor Torre Revello un improvisado, no es uno de esos gracos que se visten apresuradamente con plumas ajenas, no tiene la “viveza criolla” de escribir sabias y “originales” lucubraciones, pacientemente acumuladas y sabiamente trabajadas por otros. El señor Torre Revello está entre esos “otros”, y le cabe la satisfacción de que, si no es uno de los historiadores más citados, es uno de los más saqueados, lo que pone de manifiesto que no es de los menos leídos. El fenómeno es hoy tan frecuente como desvergonzado, con detrimento del buen nombre de los trabajadores serios y probos.

10 P[aul] G[roussac] Noticia bibliográfica de don Diego de Alvear y examen crítico de su “Diario”. en: Anales de la Biblioteca (Buenos Aires) t. I: 195-266, 1900. en 1918l, este trabajo lo incluyó en su libro Estudios de historia argentina.

11 Domingo Faustino Sarmiento Obras completas, publicadas en Santiago de Chile y Buenos Aires por Luis Montt y Belín Sarmiento. t. III: 208, 215; t. VI: 181, 215, 420, 443; t. VII: 227; t. XIII: 51, 169; t. XIV: 313, 354, 370; t. XV: 180, 246; t. XVII: 135; t. XXIII: 151; t. XXIV: 44; t. XXXI: 407; t. XXXV: 33; t. XXXVI: 182; t. XXXVIII: 381; t. XXXIX: 232, 259; t. XLVI: 321; t. XLIX: 202; t. LII: 127, 129.

En Conflictos y armonías de las razas en América dice Sarmiento que Rosas tomó alquilada la erudita pluma de Angelis (t. XXXVIII); en Condición del extranjero en América lo acusa a: Don Pedro Angelis, un sábio distinguido, haciéndose el expositor á sabiendas de la política del tirano, hizo mas mal y prolongó por más tiempo la agonía del país en su gloriosa lucha / … /” (t. XXXVI); en Cuestiones Americanas – Límites con Chile hace saber que: Cuando los dolores y el fastidio le aquejaban mas tarde, entonces ordenaba batallar en Montevideo, ó mandaba llamar con su cocinera, estos es histórico, á su Ministro para que redactase una nota á tal Gobierno y á Angelis para que atestase / con/ cita/ s/ de derecho de gentes para probar su derecho y ¡ay! del sabiote italiano si no encuentra textos á millares que prueben lo que necesita probar! (t. XXXV); y, para no abundar, solamente agrego que en Las ciento y una. (Época pre- constitucional) dice Angelis, Mariño y otros que prestaron su palabra á la fuerza bruta… (t. XV).

12 Los entonces encargados de la administración de esta biblioteca provincial, Nicolás Massa y Ernesto Quesada, recibieron una comunicación fechada 5 de marzo de 1877, en la que el padre de este último, Vicente G. Quesada, a la sazón Ministro de Gobierno, les informaba sobre el deseo del Gobernador de que se organice una colección completa de obras argentinas, para concurrir con ellas á la Exposición Universal de París. Al trasmitirle el deseo del titular del ejecutivo bonaerense, el Ministro de Gobierno agregaba: cuidando que todas las obras sean encuadernadas con pieles curtidas en el país y que cada volumen lleve en las tapas las armas de la provincia, grabadas en oro, con este lema: La Biblioteca de Buenos Aires, en la parte superior, en semicírculo, Exposición Universal de París, en la parte inferior. Las encuadernaciones serán en pasta entera, si no estuviesen ya encuadernadas. Terminada la labor de reunir las obras se debía confeccionar el catálogo razonado, para que sea impreso.

Los gobernantes tenían interés de mostrar la producción nacional, de ahí la recomendación de emplear materiales vernáculos, en este caso cueros o pieles curtidas en el país; como bien interpretaron los funcionarios responsables de la tarea, Massa y Quesada, cuando explican el objetivo: de manera que se pueda juzgar tambien por esta colección, del adelanto que entre nosotros ha alcanzado el arte de la encuadernación, y del modo como en el pais se fabrican los materiales necesario para ello. cfr. Mario Tesler Fotografías de Christiano Junior llevadas a la Exposición Universal de París de 1878 por la Biblioteca Pública de Buenos Aires. en: Memoria del 6º Congreso de Historia de la Fotografía en la Argentina; Salta 1999. (Buenos Aires) p.143-148, octubre, 2001; y Cronicón de dos álbumes encontrados en el Tesoro de la Biblioteca Nacional. Buenos Aires, Peña del Libro, 2004.

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13 Vicente Quesada se desempeñó como Ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires desde el 2 de marzo de 1876 hasta el 4 de enero de 1878.

14 Carlos Tagle Achaval Pietro de Angelis: un sabio napolitano en la cultura argentina. Córdoba, Instituto Italiano di Cultura, 1996.

15 Texto del brulote en verso que con el título A Pedro de Angelis le espetó Bartolomé Mitre.

Lanzárate el demonio a estas regiones / Para verter de América en la llaga, / La ponzoña cruel de tus traiciones / Bastardo de esa chusma cortesana / Que del pueblo festeja los dolores, / Que su miseria aplaude y se engalana / Con el negro blasón de los traidores. / El crimen es tu Dios y allá en el lodo / Te revuelves del bárbaro tirano. / A quien rendiste como Judas todo / A quien lamiste el pie como gusano / Lazzaroni, sin alma sin decoro / Hasta los huesos de tu padre dieras / Y la honra de tu madre por vil oro, / Que también cual ramera la vendieras / Tu faz de prostituto, fiel espejo / De la lepra del alma, está mostrando / El veneno que llevas cual reflejo / Del itálico mal que te va ahogando / Como el vicio sus huellas ha estampado / En esa cara emblema de traición¡ / La cólera de Dios, allí ha grabado / El sello de su justa maldición¡ / Del impuro dintel de los salones / La planta de los reyes te arrojó / Porque vil entre viles corazones / El tuyo más infame descolló. / Los lacayos también a carcajadas / De su manchado seno te arrojaron / Que ni ser de sus hembras deshonradas / Rufián envilecido te dejaron / Entonces en las playas argentinas / Tu rabia de serpiente se ensañó, / Y la frente clavaste con espinas / Del pueblo que en su seno te acogió / Alguna vez hipócrita en sus aras / Te vió la libertad arrodillado, / Apóstata el incienso que quemaras / Dejó su puro templo envenenado¡ / No eres solo; que más de una serpiente / El suelo de la América ha manchado, / Que si algunos de amigo nos dejaron / Como Brandzen el santo testimonio, / Otros malos sus hierros anudaron / Cual Angelis con pecho de demonio. / He aquí lo que mandas vieja impura / Amigos como Judas y traidores / Fanfarrones de cómica bravura / Indignos del honor de sus mayores / Guerreros sin honor, falsos aliados / Arlequines en vez de Generales, / Rufianes con oro engalanados / Lacayos con la cruz de mariscales / Cuán impuro es el don de esa ramera¡ / Maligna, prostituta y envidiosa / Manchados de delito, nos quisiera / Como su corazón, vieja leprosa, / Burlemos la ridícula arrogancia / Con que ostenta sus pálidos blasones; / De su poder la estúpida jactancia / Desprecien nuestros fuertes corazones.

16 Biblioteca Nacional- Archivo Institucional Histórico. Caja, año 1829, documento nº 13. El texto de este oficio fue registrado en el Libro Copiador del organismo emisor a foja 66.

17 Biblioteca Nacional- Archivo Institucional Histórico. Caja, año 1829, documento nº 14. El texto de este oficio fue registrado en el Libro Copiador del organismo emisor a foja 67.

18 Biblioteca Nacional- Archivo Institucional Histórico. Caja, año 1829, documento nº 15.

19 De acuerdo con lo difundido en el Prospecto, del que se conserva un ejemplar en la Sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional, este libro fue primero publicado en seis entregas, distribuidas semanalmente; cada entrega era de ocho pliegos o 64 páginas. El capítulo XII es el dedicado a Pedro de Angelis.

20 A ojo de buen cubero, advierto un filón que debiera investigarse sobre Rivera Indarte: las otras razones de su buena relación inicial con De Angelis y la posterior enemistad. Como punta del ovillo Adolfo Saldías consigna el conocimiento que se tenía de ciertos detalles que afectaban su moralidad y que le valió el desprecio de sus compañeros en la Universidad (La prensa propagandista del Plata, 1843-1844. en la Historia de la Confederación Argentina) y en el mismo capítulo aparece preguntándose si es que Rivera Indarte pudo amar realmente a una mujer; las referencia que da Ramos Mejía sobre su naturaleza y atracciones, al ocuparse de su retrato en Rosas y su tiempo (t. II p.131-135); y el estudio sobre los Cinco amigos de Rivadavia. de Alma Novella Marani donde aparece casi enmascarada la relación de De Angelis con el conde Grigori Vladimirovich Orloff.

21 Borges Director de la Biblioteca Nacional. Diálogos entre José Edmundo Clemente y Oscar Sbarra Mitre. Buenos Aires, Biblioteca Nacional-Página / 12, 1998. Colección Fin del Mileño.

22 En trabajos anteriores de mi autoría aparece por error el nombre de José Mármol en vez de Manuel Ricardo Trelles. cfr. En el sesquicentenario de Pedro de Angelis. en: Historia (Buenos Aires) a. XXIX nº 116, diciembre 2000 febrero 2010; Pedro de Angelis entre nosotros. Buenos Aires, Baires Popular, 2009. p. 31 Informes del Sur. Cuadernos de divulgación, nº 119.